Diario de amigo

Mirando desde mi ventana. Una meditación sobre el eco de la vida.

miércoles, abril 19, 2006



Vivimos de la rosa







Cuentan que el joven poeta Rainer Maria Rilke paseaba con una amiga y habitualmente pasaban por la misma calle donde una mujer pedía siempre limosna. El poeta, de corazón generoso, dejaba en su mano algunas monedas cada día…

Un día la actitud de Rilke cambió y cual seria la sorpresa de su joven amiga ver al poeta comprar una rosa y dejarla en la mano de la mendiga. A la pobre mujer se le iluminó el rostro. sus ojos brillaron chispeantes, dio las gracias al poeta y se marcho presurosa…

Las semanas siguientes su puesto estaba vacío, cosa que llamó la atención a la amiga de Rilke, que con un tono triste le comentó… “Pobre mujer… ¿de qué vivirá ahora?”… El respondió sonriente… “Ella vive de la rosa.”.

Es una respuesta de una verdad increíble… Llenamos de cosas la vida, de monedas que no llenan… Repartimos a derecha y a izquierda una vida llena de ansiedad, de valorar el tener más que el ser y no nos damos cuenta de que por buscar conseguir “tener” repartimos infidelidad, amargura, juicios gratuitos, nuestro egoísmo concentrado en nuestros trabajos y problemas.

Miramos a los otros con los ojos de medida económica y de eficacia, por eso les contagiamos nuestro desencanto a los que se acercan a nosotros mendigándonos algo que muchas, muchas veces, ni siquiera es una moneda… Por eso al día siguiente, los encontramos en el mismo sitio. En el mismo estado de desesperanza y de pobreza…

Si como Rilke, supiéramos ir repartiendo rosas a los que se acercan a nosotros. Las rosas del diálogo, de la sonrisa sincera, de la mano tendida, del corazón abierto a la amistad, a la afección.
La rosa de la escucha sin prisas sin justificar nuestra falta de interés por el otro diciéndole cuánto trabajo tenemos y que no podemos pararnos a escucharle…

Si ofreciéramos las rosas del amor sincero que piensa mas en el otro que en si mismo… La rosa de compartir nuestra profundidad animando a los que viven con nosotros a la esperanza, a la alegría, al encuentro que le habla de Dios y de infinito… Descubriremos que el otro se transforma. Que la moneda que necesitaba era tan solo esa mirada que valora su ser como persona…

Si ofreciéramos rosas, descubriremos un mundo distinto, donde florece la vida y la esperanza porque en el fondo, fondo todos, “vivimos de la rosa.”